Esto nos lleva a ser cada vez más nosotros mismos, a entender quienes somos realmente más allá de las definiciones externas. Nos lleva a una condición donde ‘el sentido’ no se comprende, pero se percibe, en definitiva, a una condición de placer físico y emocional.
Nuestro interior reacciona continuamente a lo que sucede en el exterior y si nuestra atención se dirige hacia él aparece una comprensión mucho más sofisticada que revela aspectos que ni siquiera sospechábamos.
Y, como sugieren muchas tradiciones y por experiencia personal (descubierto a posteriori), existen buenos motivos para pensar que siempre estamos donde debemos estar, incluso cuando no lo reconocemos o no nos identificamos con la situación.