Jung llamaría sincronicidad a todos estos eventos. Es decir, eventos exteriores que reflejan el estado interior del individuo donde el nexo no es del tipo causa-efecto, sino que existe solo a nivel de significado. Jung habla de sincronicidad cuando el material que proviene del inconsciente se manifiesta simultáneamente en la consciencia bajo forma de sueño, fantasía, presentimiento, y en la vida bajo forma de acontecimiento real. Pero iba más allá, afirmando que cada suceso algo fuera de lo común podría tener para la persona un valor sincrónico. Y aquí se abren las posibilidades, porque todo depende de la interpretación que queremos darle a la expresión «fuera de lo común»: ¿incluiremos solo al escarabajo dorado que entra por la ventana? ¿o también la avería del radiador? Si incluimos también la avería del radiador, nos acercamos mucho a la concepto de sincronicidad como principio organizador de lo ordinario, de lo cotidiano.
Las sincronicidades generalmente no guardan relación con las partes de inconsciente muy profundas, o con problemas que la persona no pueda afrontar en ese momento, ni con temas superficiales o problemas ya resueltos. Sincronicidad, sueños, enfermedades, creatividad, todo parece venir de la zona que podemos llamar frontera del inconsciente, donde el Yo está progresivamente expandiendo sus límites, integrando continuamente más elementos del Ser. La conexión o sincronía que existe entre un suceso externo y el mundo interno no está relacionado con lo que pensamos que somos o queremos, sino con lo que realmente somos o queremos. Y por este motivo es a veces complicado reconocer la sincronicidad, o a veces se vive como algo negativo. En realidad no existen sincronicidades positivas o negativas ya que no expresan un juicio, simplemente reflejan lo que hay dentro de nosotros. El enamorado que no llega a la cita con la amada quizás se emociona al pensar que el gato que sincrónicamente cruzó la calle no era una señal de mala suerte, solo de que las cosas iban a ser distintas de lo que pensaba.
Algunos autores que han contribuido a desarrollar las ideas de Jung sobre la sincronicidad, proponen la idea de considerar a las personas con quien entramos en relación también como nuestras partes sincrónicas. Por ejemplo, si me encuentro a menudo con personas de un determinado tipo, aun sin buscarlas, esto tendrá que ver en algún modo con mi modo de ser interno. Visto así, cada miembro de toda grupo encarna una parte sincrónica de cada uno de los componentes. Esto lleva fácilmente a una cristalización de roles: el que es consciente, el perfeccionista, el sentimental, el pesado. Es una pura ilusión esperar liberarse de un problema deshaciéndose de una persona del grupo, creyendo así eliminar su rol. Esto, siendo sincrónico, es algo que el sistema necesita y reaparecerá bajo cualquier otra forma. Si, al contrario, se acepta lo que sucede, a mi o al grupo, ya no será algo que ocurre por ‘culpa’ del pesado sino solo la representación del momento interno en el que estamos. A la rabia y la agresividad hacia el otro le puede seguir la sana depresión del que se da cuenta de sus propias limitaciones, y justo por ello puede iniciar a transformarlos. De otro modo hay el riesgo de cambiar simplemente los roles dejando intacto el guión en los que están insertados. Es decir, si tomamos la información que nos ofrece una sincronicidad sin haberla elaborado, la habremos tirado por la borda.
La sincronicidad puede ser un modo de salir de la trampa que enfrenta los sucesos gobernados por un rígido causa-efecto con aquellos generados por una casualidad sin sentido. Se entra así en un ámbito donde se pueden ver las pequeñas parcelas de vida cargadas de un significado que las une a otras parcelas, ya sean individuales o colectivas. De hecho, se van afianzando cada vez más los modelos de pensamiento que sostienen que es una ilusión pensar en los seres humanos como individuos separados los unos de los otros, como organismos unicelulares. Más bien se puede considerar a los individuos como células de un mismo cuerpo que responden simultáneamente a estímulos nerviosos, descargas hormonales o fluidos energéticos, incluso sin estar en contacto físico entre ellos. Igual que las células están influenciadas por la dimensión hormonal, energética o nerviosa, también nosotros y los demás actores de nuestro ambiente responden sincrónicamente a las dimensiones que nos separan y al mismo tiempo nos unen.
La sincronicidad no es un juicio, es simplemente un reflejo de la organización interna de la persona. El tema no es juzgar o eliminar una parte determinada de uno mismo, ni lo que la representa en el mundo. Lo importante es considerar como estas partes se relacionan en el interno del sistema que las comprende, y cambiar, mejorar, optimizar esta relación. Cuando esto sucede internamente, se manifiesta también inevitablemente en el mundo externo. Si tienes, por ejemplo, un amigo que durante años te ha dicho que quería enamorarse pero que por mala suerte aun no ha encontrado a la mujer adecuada, puedes pensar que no la ha encontrado fuera porque aun no la ha encontrado dentro y que cuando ya no le tenga miedo a su mujer interna, o desarrolle una síntesis entre atracción y realismo, entonces su deseo podrá concretarse en la vida.
Ahora uno se puede preguntar si no se arriesga a sentirse asfixiado por una sobredosis de responsabilidad. Si definimos la neurosis como un comportamiento forzado caracterizado por la falta de posibilidad de elección, encontramos dos enfoques contrarios y complementarios en cuanto a la responsabilidad en relación a lo que sucede. En el primero no me siento responsable de nada y en el segundo me siento responsable de todo. Cualquiera de los dos termina por bloquear mi evolución, en el primero porque me siento absolutamente impotente, en el segundo porque me siento aplastado por el peso del mundo sobre mis espaldas. Una persona no neurótica, escoge a nivel inconsciente en que situaciones se quiere involucrar y cuales prefiere posponer, o porque no le interesan o porque son demasiado costosas en ese momento. Y el modo en el que lo hace es considerando también la sincronicidad y posiblemente escogiendo sentirse responsable. Utilizar una clave de lectura de la realidad considerándola desde el punto de vista de la sincronicidad es una oportunidad para liberarse de todos los tipos de victimismo. Como dicen los Taoistas, «cada día es un buen día” si nos abrimos a escuchar su mensaje.
La de la sincronicidad es una visión que retoma los conceptos que encontramos en cualquier cultura excepto en la occidental, pero al mismo tiempo se ve confirmada por los recientes descubrimientos científicos. La dificultad a nivel racional para comprender la relación entre dos sucesos o personas aparentemente no conectadas entre ellas, depende exclusivamente del número limitado de dimensiones examinadas. Un ejemplo simple y esclarecedor para explicarlo viene de un físico, David Peat, autor de un buen texto sobre sincronicidad (Sinchronicity, Bantam). Como vemos en la figura, la percepción de lo que se presenta en nuestra conciencia cambia radicalmente según la cantidad de dimensiones que tomamos en consideración. El objeto ‘pipa’ se convierte en otro muy distinto pasando de una realidad bidimensional a una tridimensional, y viceversa.
A veces parece que sea el destino el que nos impide realizar nuestros sueños, pero una concepción de la realidad basada en la sincronicidad nos lleva inevitablemente a reconsiderar nuestra relación con la responsabilidad.