Esta capacidad de atención, de escucha, se cultiva, se refuerza. Al inicio sólo llega a través de un esfuerzo inevitablemente interrumpido por la distracción. Por esta razón, resulta tan importante establecer una relación con la escucha del propio cuerpo, denso y concreto. Para poder llegar, a continuación, a una relación con la respiración, más sutil y delicada, que dará continuidad y estabilidad a nuestra atención.
Es la cualidad de esta escucha lo que permite detener los automatismos. La que permite darse cuenta de la existencia de estos movimientos mecánicos, externos e internos, que tienen lugar incluso sin que haya presencia.