Basta con abrir un ser vivo o abrir nuestra percepción, mirando un mono que va de rama en rama, un felino que corre o salta o un niño de pocos meses que se mueve, para darnos cuenta de que no estamos frente a un par de centenas de músculos que mueven algunas decenas de huesos, sino frente algo completamente distinto. La idea de cadenas musculares o miofasciales son seguramente modelos más evolucionados respecto al paradigma anterior pero tampoco son suficientes para explicar lo que vemos o percibimos.