Este es el motivo por el que los niños manifiestan la tensión que supone la llegada de un hermano primero a nivel de comportamiento, en forma de agresividad. Si se le dice que eso no es conveniente, su organismo toma la segunda decisión menos costosa entre las posibilidades que le quedan: se manifiesta en la piel.
Pero unos padres perfeccionistas podrían querer eliminar también esta forma de expresión, que consideran una imperfección, con un remedio potente (pero de supresión) que remitiera los síntomas. Y en este punto, el cuerpo debe hacer una tercera elección, menos vistosa, pero más dañina en tanto que es más interna, por ejemplo desencadenando una crisis asmática o una otitis.