¿Demasiado peso sobre tus espaldas?
Existe para cada uno, en función de nuestro momento de desarrollo físico y emocional, un carga adecuada que nos permite mantener el cuerpo alineado y en forma y, por tanto, también la mente.

Raúl y su madre salen hacia el parque, él montado en su triciclo y la mamá le sigue con la bolsa de los juguetes para la arena: cubo, pala, rastrillo y un par de moldes de plástico – le ha costado lo suyo convencer al pequeño de que dejara la bolsa y se ocupara sólo del triciclo. Al volver, el pequeño está cansado, así que su madre no duda en cargar con el triciclo, además de la bolsa con los juguetes y la bolsa de la compra que ha hecho en el súper de camino para casa.

Raúl tenía entonces 4 cuatro años. Ahora tiene 8 y está en tercero de primaria. A esa edad es habitual que les pongan deberes todos los días, así que normalmente va a la escuela con una mochila donde lleva un par de libretas, un libro de texto, el libro de lectura, la agenda, el estuche, el botellín de agua y el desayuno – eso si no lleva algún libro extra, porque ha olvidado revisar la agenda y no se ha dado cuenta de que no lo va a necesitar – y los días que tiene extraescolar lleva también la merienda.

Estas escenas son bastante familiares para muchos de nosotros, las vemos a menudo, y de verlas, las aceptamos como normales. Pero ¿tiene sentido que uno pase de estar exento de llevar cualquier peso a estar obligado a cargar un peso excesivo? ¿Qué efectos tienen sobre nosotros estas dos situaciones? Los efectos ¿son sólo físicos?

Volviendo a observar ambas situaciones parece inevitable empezar a relacionar el peso con la responsabilidad. Que la frase “cargar peso sobre las espaldas” no la utilicemos únicamente en sentido literal no es una casualidad.


El peso adecuado

Al privar al pequeño Raúl de experimentar su capacidad de llevar con éxito un peso adecuado – el de la bolsa con juguetes de plástico – se le está privando de tener la experiencia de responsabilidad y, al mismo tiempo de poder, que es asumible para él. Si físicamente es capaz de asumir esa carga, emocionalmente también, uno es reflejo de lo otro. Por el contrario, al llegar a los 8 años y verse obligado a cargar con un peso excesivo no sólo su cuerpo se resiente, también sentirá la asfixia, la inmovilidad y la falta de energía para pasar a la acción que conlleva un exceso de responsabilidad. Tanto la ausencia de peso adecuado como el exceso generan en el organismo una desorganización que se refleja en el campo emocional, y viceversa.

Podemos recurrir a estudios para cuantificar cuál es el peso máximo que una persona puede llevar, en función de su peso, su estructura, etc. Pero hay un método más sencillo, al abasto de todos, y que nos permite corregir al instante el exceso de peso o la distribución del mismo: observar la postura de la persona.

Mucho y mal repartido : cansancio e inseguridad

Cuándo Raúl llevaba su mochila con demasiado peso su tronco se inclinaba y curvaba visiblemente hacia delante, era la única forma de contrarrestar el peso que llevaba colgando de la espalda y así mantenerse en equilibrio. Cuando esto ocurre, a nivel físico suceden varias cosas a distintos niveles: por un lado la musculatura anterior se contrae en exceso y por otro los huesos se desalinean.

Una musculatura anterior excesivamente contraída lleva a una presión sobre los órganos internos alterando sus funciones. Por ejemplo, la respiración es más dificultosa cuando el pecho está cerrado y, hoy en día, ya está demostrado que una respiración poco expandida, además de los daños físicos que nos produce, nos lleva a un estado de ánimo de tipo depresivo o nervioso.

¿Qué ocurre con los huesos desalineados? Imaginemos que queremos mantener en equilibrio un palo de madera verticalmente sobre otro, sólo lo conseguiremos si están completamente alineados el uno con el otro y ambos con la gravedad. Con los huesos sucede lo mismo: si están alineados, el cuerpo se mantiene erguido, en su postura natural, sin ningún esfuerzo; si se desalinean, para que el cuerpo se mantenga erguido será necesario que la musculatura, los tendones y los ligamentos realicen un esfuerzo extra, necesitarán ‘agarrar’ el hueso desalineado para que no continúe en su tendencia de salir de su eje provocando que el resto del cuerpo se desequilibre y caiga.

Es fácil imaginar el grado de cansancio y desgaste físico que esto produce. ¿Y a nivel emocional? Volvamos a los palos de madera: si pones uno apoyado verticalmente sobre el suelo y otro, a continuación, sobre éste ¿qué ocurre si ejerces presión hacia abajo sobre el que está arriba y los palos no están correctamente alineados? Si estamos inclinados, no podemos apoyarnos bien sobre el suelo, nos romperíamos. Y sin la experiencia de apoyarnos bien sobre el suelo tampoco podemos tener la sensación de seguridad que nos da la solidez bajo los pies, nuestro caminar es inseguro, nuestro sistema nervioso está en alerta para evitar que caigamos. ¿Tienes presente la sensación de serenidad, placer y seguridad que da el poder apoyarse, el sentir que alguien o algo te sostiene? Eso es lo que no se puede sentir cuando nuestros huesos desalineados no nos permiten apoyarnos firmemente sobre la tierra. Por otro lado, imagínate unos corredores en la línea de salida que no tuvieran un suelo firme sobre el que empujar para salir a toda velocidad, ese lugar donde apoyarnos para impulsarnos hacia delante es lo que nos falta cuando nuestros huesos desalineados no nos permiten apoyarnos firmemente sobre la tierra.

Llevar o no llevar peso y bien o mal repartido es algo absolutamente cotidiano y, como hemos podido comprobar, las consecuencias de esta acción implican no sólo al cuerpo, nuestro estado de ánimo y la forma de caminar en el mundo se ven también afectadas.

Recomendaciones prácticas

Lo ideal es llevar la carga adecuada y de forma repartida. Una buenísima solución es usar las mochilas con dos bolsas, de forma que queda una bolsa a cada lado del cuerpo (http://www.backtpack.com). Así el peso está equilibrado sobre el eje antero-posterior y sobre el derecho-izquierdo, del mismo modo que si llevamos una mochila delante y otra detrás, como suele hacer la gente que viaja. Lo más importante es que nunca llevemos más peso de un lado que de otro, evitamos así la desalineación de los huesos y las contracturas musculares.

Si no es posible, optemos por una mochila ligera a la espalda. Si nos vemos obligados a cargar una de peso superior al que podemos llevar, es mejor usarla con ruedas y arrastrarla cambiando de mano periódicamente, si siempre se lleva del mismo lado se va creando igualmente una tensión crónica y estaríamos creando de nuevo una asimetría en el cuerpo.

T.Puig - con el asesoramiento técnico de J. Tolja
Artículo publicado en las revistas Viure en familia y Crecer en familia