El ritual que falta
Una sociedad que valorase la contribución de lo femenino aceptaría asumir colectivamente este sacrificio (el aborto) y tendría un ritual asociado a ello que devolviera este acto a su dimensión, terrible pero necesaria.

En la actualidad los fetos se tiran por el desagüe, sin ningún tipo de despedida, y toda la operación obedece a un ritual médico. En muchos lugares, los abortos se practican la cadena, sucede que el médico no dirige la palabra a la mujer, excepto para ver si ha ayunado o si completado correctamente las cuatro copias del formulario. Algunas «pacientes», ya bajo la influencia de los sedantes, ni siquiera ven el rostro de quien realiza el aborto. El procedimiento habitual requiere que la paciente esté acostada sobre su espalda con las piernas abiertas mientras espera al médico. Estos, generalmente apresurados, abren el cuello uterino, que a menudo provoca un torrente de emociones a las que nadie presta atención, para colocar y poner en marcha la bomba de succión y aquí termina todo. Minutos más tarde, usted está sentada en una silla y aquí tiene la factura. El ritual puede variar en los detalles, pero su principal característica es ser lo más burocrático posible, clínico, y esterilizados de toda emoción.

¿Qué pasa con el miedo, la culpa, la tristeza, la soledad y el dolor? El sentimiento de culpa y la rebeldía a veces puede ser abrumador e injusto, ya que las mujeres llevan en soledad una carga que, en realidad, pertenece a todos. Sin embargo, es alentador observar que cuando las mujeres tienen que ejercer un cierto liderazgo en las clínicas donde se realizan abortos, siempre se prepara, de forma paralela al caso clínico, una red de apoyo psicológico (grupal o cara a cara), preparan el lugar, cuidan el proceso de la operación y las relaciones, para que las personas que tengan que estar allí no se sientan como mujeres insignificantes despojadas de su «culpabilidad». Estas pioneras enseñan, muestran el camino de lo que sería una señal de respeto hacia la sexualidad humana y las funciones femeninas.

G. Paris
del libro La gracia pagana