Cuerpo y moda
Cambiar el modo de vestir lleva a un cambio en el modo de percibir el propio cuerpo y la propia identidad. Este asunto es una experiencia común y constituye una de las fuentes de energía e inspiración que mueven incansablemente el mundo de la moda. De lo que ahora nos ocuparemos es del punto de vista diametralmente opuesto: cómo el cambio físico y de identidad lleva a un cambio en la forma de vestir.
Si es cierto que el vestir y la organización corporal y de identidad son dos procesos tendencialmente inseparables y si es posible intuir en que dirección se está moviendo, en un determinado momento histórico, el modo de ser, cuerpo e identidad, podremos anticipar consiguiendo una buena aproximación las probables transformaciones que se producirán en el modo de vestir.

Un proceso colectivo recorre las mismas etapas que un proceso individual. Así, por analogía, si sabemos cuales son las etapas características de este último, podemos deducir cuales serán las etapas por las que pasará el proceso colectivo. En el momento en sabemos que la evolución colectiva del vestir participa en la evolución colectiva del modo de ser corporal y esta a su vez sigue los principios de la evolución individual, ¿qué podemos deducir sobre la situación actual y sobre las tendencias de los próximos años? El momento actual es extremadamente peculiar y para comprenderlo con claridad y profundidad necesitamos hacer referencia a la fase de evolución individual correspondiente resumiendo, en pocas líneas, el proceso fundamental al que se enfrenta un individuo.

En el individuo existe casi siempre una división entre lo que realmente es y lo que quisiera ser de acuerdo a las expectativas familiares y a las influencias culturales del ambiente en el que ha crecido. Un individuo es perfecto cuando nace, con una organización de sus instintos y necesidades físicas y psicológicas perfectamente equilibrada y, en el momento en que entra en la vida, esta organización empieza a tener que tener en cuenta, no solo sus exigencias, también la realidad circundante y sus presiones. Es en este momento en que es necesario crearse una identidad, un centro de consciencia que, con el fin de coordinar estas diversas exigencias, da como resultado un representación de uno mismo, llamada Yo. Normalmente estas representaciones, siendo condicionadas por las presiones del cultura donde uno se desarrolla, son erróneas. Esto genera una sensación de ser inapropiado, de inseguridad, de malestar, que hace que el individuo empiece a considerarse más una mala copia de lo que piensa que debe ser. Incluso siendo una idea errónea, la reacción de una persona sana (o ‘sanamente neurótica’) respecto a este error casi nunca es corregirlo, sino más bien intentar adaptar su perfección inicial esta imagen creada, ya que prevalece la necesidad de integración en la propia familia y en la propia cultura. En este proceso el individuo empieza a deformarse y a manipular la propia psique y el propio cuerpo para hacerlo lo más adecuado posible a las expectativas.

El punto crítico

En general el proceso continua hasta llegar a un punto crítico en el cual lo que pensamos que somos es tan distante de lo que realmente somos que se hace necesario un giro más o menos decidido. En algunos casos el giro llega de una forma dramática – por ejemplo con una grave enfermedad – otras veces la tendencia sencillamente cambia, a partir de un determinado momento, sin dramas. En este momento, el Yo invierte la ruta, deja de empeñarse en deformar el cuerpo y la psique según los ideales adoptados y empieza a apreciar y a admirar el extraordinario diseño y la riqueza intrínseca en el propio modo de ser, y a dedicarse a recuperar muchos de los aspectos que antes eran rechazados, negados, alienados, proyectados en otros.

Si tuviéramos que relacionar el momento actual con el proceso individual, podríamos afirmar que estamos exactamente en el momento de viraje que acabamos de describir. Así, siendo un momento histórico particularmente excitante puede comportar también una cierta dificultad de comprensión. Lo que de hecho sucede en un viraje es que mientras una parte del barco va en una dirección, otra parte del barco va en la dirección diametralmente opuesta, creando confusión en los observadores que no saben como leer la secuencia. Daré algunos ejemplos en otros campos, como la alimentación o la vivienda, que al igual que el vestir cubren necesidades primarias del hombre.

McDonaldización y humanización

Los dos procesos simultáneos en acción – el antes y el después del punto crítico – son por un lado, la McDonaldización, es decir, la exasperación de los procesos de racionalización, globalización, homogeneización y homologación del producto y, por otro lado, la humanización y la individualización de uno mismo o, por usar otros términos: Hi-tech y la Hi-touch. Así mientras por un lado existe un proceso por el cual, en los últimos años, 4/5 cafés típicamente franceses desaparecen y cada 5 minutos se abre un nuevo McDonald que servirá las mismas hamburguesas en París, Niza, Los Ángeles y Pekin, hechas con el mismo 19% de grasas y cocidas en los mismos 13 segundos, igual que los típicos Pub ingleses se han reducido a clones de dos únicas variedades correspondientes a las dos marcas de cerveza que se dividieron el mercado de las franquicias, por otro lado presenciamos el florecimiento de iniciativas originales e individuales orientadas a redescubrir lo biológico, lo local, lo histórico, la biodiversidad, etc. y se están creando numerosas pequeñas fábricas artesanos que producen pequeñas cantidades de cerveza no pasteurizada para consumo local.

Análogamente, en arquitectura, mientras de un lado se están saturando los espacios verdes con la construcción intensiva de viviendas, por el otro se valora la originalidad de los centros históricos y se nota un entusiasmo e interés en relación a la bioarquitectura que sigue la necesidad humana más que la racionalización productiva.

Estas dos tendencias se pueden también observar en la moda, donde de una parte tenemos el mismo proceso de la McDonaldización, así que en Florencia, en Auchland o en Bali se pueden comprar las mismas camisas que en un centro comercial de la provincia de Brecia, y por otro lado se redescubre la tejedora o el artesano que te hace las prendas a medida.

Pero el otro aspecto, probablemente aun más interesante que estas dos tendencias opuestas que se cruzan en los momentos de viraje, es el fenómeno por el cual de un lado tenemos una exasperación –sin precedentes en los últimos años – por la modificación de la ‘forma’ natural del cuerpo, y por otro lado la búsqueda y la valorización de la misma. Así encontramos al mismo tiempo la redescubierta del corsé victoriano y los vestidos anchos, cómodos, suaves como nunca; zapatos con plataformas y tacones altísimos junto a modelos que, dejan al pie la libertad de asumir su propia forma con los dedos abiertos en lugar de cruzados; tejidos de plástico rígido junto al descubrimiento de materiales naturales y no tratados; colores fluorescentes junto a tintes naturales. Como en el proceso de McDonaldización respecto al de humanización, también estas tendencias son epifenómenos del mismo proceso: la exasperación del control y la racionalización, por una parte, que vira y se convierte en autoconocimiento y de la propia individualidad, por otra parte, que, como habíamos visto anteriormente, pertenece a un proceso colectivo que refleja el proceso de la mayoría de personas que lo viven principalmente a nivel personal.

Una pequeña experiencia práctica.

Antes de finalizar he pensado proponeros una experiencia práctica que permite comprender en el propio cuerpo, de forma directa, concreta y experiencial las dos direcciones de las que hemos hablado: la modificación de la forma y la expresión del cuerpo y su descubrimiento y valoración.

Sentados sobre una silla con los pies descalzos bien apoyados sobre la tierra, mirad hacia el techo y observad hasta donde llega vuestra mirada cuando inclináis la cabeza hacia atrás. Prestad atención a lo que sucede mientras efectuáis este movimiento, al momento exacto en que comenzáis a hacer un esfuerzo y lo que le sucede a vuestra respiración. Ahora llevad la atención a los pies. Poned bien plano uno de los pies sobre el suelo, con la punta hacia delante, y luego flexionad lentamente los dedos del pie hacia abajo y, manteniendo los dedos y los talones en contacto con el suelo, haced un arco con la planta del pie como para acortarla. Volved el pie a la posición inicial, volviéndolo a poner plano sobre el suelo y repetís la secuencia varias veces, buscando que cada vez el esfuerzo que se necesita sea menor, hasta conseguir que el movimiento se haga con soltura. Ahora, manteniendo la planta del pie en el suelo, levantad los dedos hacia arriba. Alternad varias veces el movimiento, llevando la punta del pie hacia arriba y luego hacia abajo, manteniendo siempre el talón sobre el suelo. Los dedos apuntan hacia el suelo con levantáis la planta del suelo y hacia arriba cuando la apoyáis sobre el suelo. Ahora llevad el pie a la posición de partida y vuelve a flexionar la cabeza hacia atrás. ¿Hasta dónde llega ahora vuestra mirada? ¿El movimiento os resulta ahora más sencillo que antes?

Análogamente podríais haber realizado el experimento en relación a la rotación del pie sobre la base de la tibia (abriendo el 5º dedo en abanico) y lo que habríais notado sobre la capacidad de rotación de la cabeza sería una aumento de algunos grados en el recorrido hacia la derecha y la izquierda. Si pensamos que un simple tacón reduce la movilidad del pie sobre el plano longitudinal, del mismo modo que una punta estrecha lo inhibe en el plano horizontal, podemos comprender de que forma detalles muy insignificantes en la forma de vestir pueden influir profundamente en el modo de ser de la persona. El problema no es tanto la movilidad de la cabeza sino la forma en que la reducción de esta movilidad cambia nuestra forma de pensar, nuestra visión de las cosas, el sentido de seguridad, de equilibrio y estabilidad. Los procesos físicos y psicológicos son, de hecho, el mismo fenómeno observado de dos puntos de vista distintos y llamados con dos nombres diferentes. El momento evolutivo, que el colectivo y la moda están atravesando de la mano, y por lo que tenemos por un lado personas que están buscando seguridad e identidad dispuestas a todo por conseguirlo, intentando parecerse a Barbie u otros modelos de inspiración formal y por ello están dispuestas a contraer y restringir sus pies y barriga, a mantener hombros y pecho en alto, y por otro lado personas que ya conocen el precio de esto y las desilusiones, que han renunciado a ceder y que están redescubriendo el placer físico de abrir los pies, de liberar la respiración en la barriga y de dejar los hombros y el pecho caer naturalmente asumiendo sus formas naturales.

J. Tolja
transcripción de un seminario para Grup Carlin, París