La ciencia, por las ineludibles exigencias del método, hace bien en reducir el cuerpo a organismo, pero nosotros hacemos mal pensando que el cuerpo es el lo que describe la ciencia o lo que la religión contempla como un simple receptáculo de pasiones a controlar y dirigir.
En esto, a diferencia de la lengua alemana, nuestra lengua no nos ayuda. La lengua alemana llama “Körperding” al organismo al que se dedica la ciencia y “Leib” al cuerpo tal como lo conocemos en la vida. “Leib” es una palabra emparentada con “Leben” que significa vida y con “Leibe” que siginifica amor. Y todos sabemos que la vida perdura mientras el amor la sostiene. Y de esto el cuerpo es un buen testigo.