Durante estos 16 años, han aprendido a no pensar, a no preguntar, a no imaginar cosas por ellos mismos. Han aprendido a ser totalmente dependientes de la autoridad del que enseña; y todo esto se ha hecho con mucha dedicación. Naturalmente, esto supone un problema cuando ellos se encuentran frente a la oportunidad de ejercer sus derechos, de crear recursos para tomar elecciones de forma autónoma y tomar decisiones operativas en relación a si mismos.
En general, su primera reacción a la sugerencia de utilizar el semestre para hacer recomendaciones acerca de cómo mejorar la experiencia para la educación superior, es la incredulidad. No se atreven a creer que lo estamos haciendo en serio. Reaccionan de este modo – no lo entiendo – por el hecho de que nosotros les asignamos una función. Están sentados, los cuadernos abiertos, bolígrafo en mano, dispuestos a “tomar apuntes” sobre los “problemas y las prácticas en la educación secundaria”, para así tener una idea de lo que el idiota del profesor considera importante y poder pasar los exámenes semestrales y finales con una “buena nota”.
Cuando empezamos a convencerlos del hecho de que somos serios, la cosa empeora. Con el miedo de perder lo que les sostiene académicamente, ellos reaccionan criticándonos por el hecho de que “no enseñamos nada” , porque no tenemos apuntes para darles, porque no enseñamos lecciones, ni hacemos exámenes semestrales y finales. En resumen porque no hacemos nada.