Si cualquier persona conoce bien la sensación de bienestar o de malestar que se siente en ciertos ambientes, la reacción es en realidad mucho más articulada. Una pared asimétrica, un mueble demasiado pesado, una tabla de planchar en el centro de la habitación, la orientación o la exposición al sol de una sola parte de la casa, el hecho de tener vista o no desde la ventana, de estar en planta baja o en el último piso, en una buhardilla desde donde se ve sólo el cielo o en un sótano escasamente iluminado, en un espacio ordenado, limpio y cuidado, o de tener falta de límites por el hecho de no disponer de un cuarto propio, alcanzan para plasmar, de manera más o menos inconsciente, el modo de ser y producir un cambio en el plano psíquico o de persona1idad. Esto no significa que la conexión esté descontada, sea automática o inevitable, sino simplemente que existe.
De manera simple, se podría pensar que sería suficiente cambiar la casa para resolver los problemas. Obviamente no es así, aunque en ciertas ocasiones puede funcionar. Depende de cuán fuerte es la identificación con el espacio propio y con el propio cuerpo: quien se refleja muy intensamente en el espacio que lo rodea, difícilmente logre modificarlo si no cambia también algo dentro. La dificultad radica en el hecho de que cada cambio está estrechamente ligado a otros aspectos. Si la identificación es fuerte, sólo el hecho de cambiar el automóvil puede, ser una empresa titánica. Pero cuando la empresa se concreta, casi siempre genera otras transformaciones, tanto en el plano corporal como en la personalidad. Análogamente, una nueva vista desde la ventana puede contribuir a cambiar la propia perspectiva de vida.
Espacio personal y estrategias de vida
La percepción del cuerpo y del espacio exterior son dos procesos que en el niño se desarrollan simultáneamente, tanto que, como hemos visto en el capítulo anterior, la maduración de esta percepción está estrechamente ligada al desarrollo de la personalidad. Por lo tanto, no puede sorprender el hecho de que la organización del espacio se refleje en el cuerpo y en la organización psíquica, y tampoco que, a la inversa, los cambios psíquicos y de personalidad lleven a modificar las características del espacio circundante. Así, si la estrategia personal de un individuo prevé una respiración contenida, es probable que su necesidad de espacio sea escasa, y que su identidad resulte restringida respecto de sus potencialidades. Mientras que si la respiración es más amplia de lo que se precisa, la necesidad de espacio podría ser exagerada, al punto de encontrar, a menudo, que ocupa también el de los demás. Así como es posible que el hecho de crecer en un espacio restringido induzca a reducir la propia necesidad de espacio (y la propia identidad), dado que no existen dos personas iguales, también puede ocurrir lo opuesto, como sucede cuando uno se siente enorme e incómodo en un espacio pequeño e indefenso en uno demasiado amplio. En cada caso, la respiración representa una buena indicación de lo que está ocurriendo.