El cuerpo en el espacio, el espacio en el cuerpo
Hay edificios mudos,
edificios que hablan,
edificios que cantan.
Sócrates

¿Qué le sucede al cuerpo cuando pasa a través distintas experiencias espaciales?
Probemos entrar en un restaurante japonés, con mesas bajas, paredes de papel de arroz, silencio y luz difusa. Un espacio de este tipo, con características muy distintas de las que estamos acostumbrados, induce, sin duda, a un modo de ser y a un estado psicofísico particulares, completamente distintos de los que serían evocados en la fonda del barrio, con los cuadritos de paisajes colgados en las paredes, los manteles a cuadros, las mesas muy cerca, las luces de neón y el buffet de entradas de acero inoxidable colocado junto a la puerta.
Inmediatamente uno puede notar, tal vez si presta más atención al cuerpo, que en el restaurante japonés, la respiración se alarga y se hace profunda. Por el contrario, cuando buscamos nuestro lugar en la mesa de la fonda —donde para sentarnos debemos pedirle a la persona de la mesa de al lado si puede moverse un poco—, nuestro cuerpo se adapta a la situación mediante una restricción, fundamentalmente a través de la reducción de la respiración. El cuerpo no pasa con indiferencia a través de las experiencias espaciales.

Si cualquier persona conoce bien la sensación de bienestar o de malestar que se siente en ciertos ambientes, la reacción es en realidad mucho más articulada. Una pared asimétrica, un mueble demasiado pesado, una tabla de planchar en el centro de la habitación, la orientación o la exposición al sol de una sola parte de la casa, el hecho de tener vista o no desde la ventana, de estar en planta baja o en el último piso, en una buhardilla desde donde se ve sólo el cielo o en un sótano escasamente iluminado, en un espacio ordenado, limpio y cuidado, o de tener falta de límites por el hecho de no disponer de un cuarto propio, alcanzan para plasmar, de manera más o menos inconsciente, el modo de ser y producir un cambio en el plano psíquico o de persona1idad. Esto no significa que la conexión esté descontada, sea automática o inevitable, sino simplemente que existe.

De manera simple, se podría pensar que sería suficiente cambiar la casa para resolver los problemas. Obviamente no es así, aunque en ciertas ocasiones puede funcionar. Depende de cuán fuerte es la identificación con el espacio propio y con el propio cuerpo: quien se refleja muy intensamente en el espacio que lo rodea, difícilmente logre modificarlo si no cambia también algo dentro. La dificultad radica en el hecho de que cada cambio está estrechamente ligado a otros aspectos. Si la identificación es fuerte, sólo el hecho de cambiar el automóvil puede, ser una empresa titánica. Pero cuando la empresa se concreta, casi siempre genera otras transformaciones, tanto en el plano corporal como en la personalidad. Análogamente, una nueva vista desde la ventana puede contribuir a cambiar la propia perspectiva de vida.

Espacio personal y estrategias de vida

 La percepción del cuerpo y del espacio exterior son dos procesos que en el niño se desarrollan simultáneamente, tanto que, como hemos visto en el capítulo anterior, la maduración de esta percepción está estrechamente ligada al desarrollo de la personalidad. Por lo tanto, no puede sorprender el hecho de que la organización del espacio se refleje en el cuerpo y en la organización psíquica, y tampoco que, a la inversa, los cambios psíquicos y de personalidad lleven a modificar las características del espacio circundante. Así, si la estrategia personal de un individuo prevé una respiración contenida, es probable que su necesidad de espacio sea escasa, y que su identidad resulte restringida respecto de sus potencialidades. Mientras que si la respiración es más amplia de lo que se precisa, la necesidad de espacio podría ser exagerada, al punto de encontrar, a menudo, que ocupa también el de los demás. Así como es posible que el hecho de crecer en un espacio restringido induzca a reducir la propia necesidad de espacio (y la propia identidad), dado que no existen dos personas iguales, también puede ocurrir lo opuesto, como sucede cuando uno se siente enorme e incómodo en un espacio pequeño e indefenso en uno demasiado amplio. En cada caso, la respiración representa una buena indicación de lo que está ocurriendo.

J.Tolja - F.Speciani
del libro Pensar con el cuerpo