La dimensión visceral
"El hombre es una inteligencia que no ‘se sirve de’,

sino que ‘está al servicio de’ sus propios órganos"
Aldous Huxley)
¿Cómo cambiaría nuestra identidad, nuestro movimiento, nuestro modo de percibir y pensar, la relación con nosotros mismos, los otros y el entorno, si en lugar de estar en un nivel cortical, empezáramos a movernos (literal o metafóricamente) desde un nivel visceral?

La primera situación es una especie de condición pre-copernicana donde la tierra/mente está en el centro y el sol/mente gira a su alrededor, la segunda opción – a la que queremos acceder a través del curso – es una condición post-copernicana donde el cuerpo (sobretodo las vísceras) están en el centro, y la mente a su servicio.

Esta última es la condición natural en la que viven los animales y los niños, pero al llegar a la adolescencia pasamos a la condición cortical y la mayor parte de nosotros continuamos en ella por el resto de la vida. Pero quien lo desea puede incluso llegar a una tercera fase evolutiva, aquella en la que el sistema nervioso se pone al servicio del sistema visceral, no porque no hay otra opción, como en la infancia, si no como una elección consciente de prioridades.

Lo que fundamentalmente aporta la dimensión visceral, ya sea a través de un pequeño movimiento o toda una vida, es la profundidad, el gusto y la percepción de un significado interno y esencial. La carencia de esta cualidad en la propia existencia es lo que llamamos depresión. Y puede manifestarse a nivel psíquico con una falta de vitalidad y motivación o a nivel físico como una de las tantas enfermedades consideradas su equivalente somático. Si se piensa que la depresión y muchas otras enfermedades, desde el insomnio a las enfermedades degenerativas, están relacionadas con la falta de un neurotransmisor, la serotonina, que se produce casi totalmente en el interno de los plexos nerviosos viscerales, es sencillo comenzar a comprender los efectos de un trabajo sobre los órganos.

La anatomía experiencial es una aproximación directa a la anatomía que permite comprender el propio cuerpo a un nivel no solo intelectual. De esta forma se crea una continuidad entre la propia vivencia del cuerpo, los cambios de estado que cotidianamente experimenta y las consecuencias psíquicas que conlleva.

Los órganos están compuestos en gran parte por tejido conectivo. Por ejemplo, solo el 15/20 por ciento del hígado está constituido por células hepáticas. El 80/85 por ciento restante, según el médico e investigador ruso Alekseijev, está formado por tejido conectivo. Esto implica que la cualidades de un órgano como son la densidad, la consistencia, la movilidad, la hidratación siguen los mismos principios que el tejido conectivo del resto del cuerpo. De forma que, con experiencias específicas y atendiendo estas cualidades particulares, los órganos pueden ser percibidos con las misma facilidad que percibimos la piel o los músculos.

Jader Tolja