La diferencia
Una de las características más ingeniosas del sofisticado sistema de información del cuerpo es su especificidad.

Si tenéis una erupción cutánea en el brazo provocada por el contacto con una planta urticante, el prurito incesante es causado por la liberación de histamina, la molécula-señal que provoca la respuesta a los alérgenos de la planta. Ya que no hay necesidad de que el picor se expanda por todo el cuerpo, la histamina se libera únicamente en la zona afectada. Del mismo modo, cuando una persona tiene que vivir una situación estresante, la producción de histamina en el cerebro crece y se distribuye a través del sistema sanguíneo a todo el sistema nervioso, reforzando los procesos neurológicos que se necesitan para la supervivencia.

La producción de histamina para gestionar los comportamientos de estrés es local, y no causa reacciones inflamatorias en otras zonas del cuerpo. Como la Guardia Nacional, la histamina se utiliza sólo cuando y durante el tiempo que es necesaria.

Lamentablemente, los fármacos producidos por la industria farmacéutica no tienen esta elevada especificidad. Si tomas un antihistamínico para combatir el prurito de origen alérgico, el fáramaco se distribuye sistemáticamente e influencia a los receptores de histamina de todo el cuerpo. Es cierto que el antihistamínico reducirá la respuesta inflamatoria de los vasos sanguíneos reduciendo de forma eficaz los síntomas de alergia, pero cuando llegue al cerebro influirá involuntariamente sobre la comunicación neuronal, que a su vez incidirá en las funciones nerviosas. Esto es el motivo por el cual los antihistamínicos alivian los síntomas alérgicos, pero provocan somnolencia como efecto colateral.

B. Lipton
del libro La biología de la creencia