Nadar en el interior de nuestros fémures
No me interesa cómo cambia tu cuerpo mientras practicas.
Me interesa cómo cambia el modo
en que tratas a tus hijos cuando llegas a casa.
Baba Raba
Sensaciones y reflexiones de un financiero después de un seminario de anatomía experiencial.
Acabo de llegar a la oficina. Como después de unas largas vacaciones, de aquellas en las que no haces nada, solo dormir y comer. Duermes por la noche, descansas después de comer y vas temprano a la cama. Y todo es un continuo disfrutar: del clima, del buen comer y de animadas conversaciones. Vuelves al trabajo y estás bien, pero tan bien, que sabes que no guarda relación con el mar o la montaña, sino que es uno el que está bien.

Esta mañana estaba en la cama y estaba en mis clavículas. No lo he pensado, no lo he decidido, no estaba practicando. Simplemente, esta mañana me lo he podido permitir. Sé lo que significa sentirlas como de mantequilla y sé que no solo es cierto, también es beneficioso.

Ahora sé que estar con mi hijo de dos años es exactamente lo mismo que trabajar con alguien en un seminario de anatomía experiencial. Su sistema nervioso se basa (y copia) en el mío. Después de la experiencia con los riñones me resulta muy claro. Lo pongo a dormir en la cama … Pero sólo cuando me acuerdo de entrar en mis riñones (o en cualquier otro lugar de mi cuerpo) y, sobretodo, de respirar profundamente hasta que la respiración casi se detiene, y dejo de pensar en mi hijo (¿está bien?, ¿estará a punto de quedarse dormido? ¿lo he tratado bien?, y todas esas cosas que responden a mi vieja conciencia conservadora que, insoportable, todavía sigue ahí) … él, de repente, toma una respiración profunda y se queda dormido. Y cuanto menos pienso más estoy más en mi cuerpo y más profundo se hace su sueño. Y en la medida en que mis manos siguen en su cuerpo, incluso cuando me he ido, más duerme toda la noche. Y la prueba irrefutable es que todo esto me da una inmensa sensación de placer. Salgo de la habitación con una sonrisa. Sintiendo que he hecho algo exactamente como debe hacerse. Y sin hacer nada.

Mientras escribo sé que es así. Ahora siento y sé que es la única manera de que funcione. Que el único truco es eliminar las interferencias de los viejos hábitos e ideas. Pero antes de que alguien, no sé cómo, convenciese a mi sistema de que se podía soltar, todo esto me habría parecido un viaje imaginario a Venus. Imposible, un sin sentido.

Ahora me siento como un niño que acaba de aprender una de esas cosas que hacen los grandes y le parecían imposibles. Y que mientras la hace, piensa: «¡Calla, calla, que esta vez funcionará…» … como si andar de puntillas diera una mayor garantía de éxito. Me invade el mismo asombro cuando tengo la confirmación de que lo hice bien. Sí, porque la confirmación llega antes que los resultados y se manifiesta como un profundo placer.

Nadé en mis fémures, hice florecer mis omóplatos. He probado y he sentido lo que es el abandono, al alcance de la mano y reflejado en la respiración. O mejor dicho en la espiración. O mejor en la plácida calma del final de la espiración. O mejor en el saber que se podría permanecer en ese lago quieto para siempre. He sentido y experimentado la compasión. He comprendido lo intrínsecamente idéntico que soy a todos los que tengo al lado. Y cómo, inevitablemente, la cercanía nos modifica, hasta que nos convertimos en uno. Me he radiografiado con la ligereza y la atención de un niño que juega. Entre sueños pero preciso como un bisturí.

Sentí el miedo. Sentí la agitación. Sentí la duda. Sentí el cansancio. Sentí la culpa. Sentí dolor físico. Sentí la indecisión. Ahora sé que siempre llegan y son simple y únicamente el contenedor de estas emociones, no su contenido. Como una vieja tía miedosa que de buen corazón atemoriza a su nieto. Ella no puede dejar de hacerlo y yo no puedo dejar de escucharla. No sólo puedo hacer lo que quiero, también hay un cierto placer en hacerlo … Porque las tías no lo saben, pero yo sí: me percibo lleno de recursos. Increíblemente infinito. Inexplicablemente exponencial.

Debería ser una asignatura en la escuela. Debería practicarse todos los día, a primera hora. Como premisa. Para abrirse, para relajarse, para entender cómo se puede estar dispuesto a aprender. Estas son las cosas que se deberían enseñar a los niños en catequesis. Así te conviertes en alguien bueno. ¿Cómo puedes hacer daño cuando sientes que el otro es como tú?

¿Por qué todos mis colegas desperdician la hora de la comida corriendo (más que en la oficina) para hacer treinta y cinco minutos de zumba o pilates, cuando podrían viajar a América del Sur mientras están sentados cómodamente en la oficina?

Estoy impactado. Estoy sorprendido. Estoy sereno. Estoy tranquilo.Estoy impresionado. Estoy a gusto y tengo escalofríos …

Andrea Ambrogio